Con el paso del tiempo, los vehículos que circulan por nuestras carreteras evolucionan, y del mismo modo lo hacen sus neumáticos. Los coches eléctricos son un claro ejemplo de esta idea: su propia naturaleza provoca que el tipo de cubiertas que deban utilizar sea diferente al de los coches de combustión. El principal motivo es el mayor desgaste provocado por el peso de las baterías, que influye de manera determinante en cómo se mueven por el asfalto. También afecta el sistema de regeneración desde que el conductor quita el pie del acelerador hasta que el coche frena, que supone un mayor desgaste en el caso de los eléctricos.
Algunos fabricantes avalaron su necesidad al considerar que los convencionales se desgastaban hasta un 25% más rápido si se utilizaban en un vehículo eléctrico. Por eso, teniendo en cuenta la naturaleza de este tipo de vehículos, la idea es que poco a poco vayan siendo más eficientes y con mayor resistencia a la rodadura ya que, con neumáticos más resistentes, lograrán una autonomía mayor.
De hecho, según un estudio reciente, la resistencia a la rodadura supone hasta un 20% de la energía que consume un vehículo en marcha, y en el caso de los vehículos eléctricos puede ser incluso mayor. Ello conlleva que uno de los mayores desafíos para los fabricantes sea producir ruedas que mejoren la autonomía.
Otro de los factores en el que desempeñan un papel importante es en la resistencia aerodinámica, convirtiéndose en otra de las prioridades de su diseño. La inercia del vehículo contribuye a la pérdida de energía durante la aceleración y no se recupera durante el frenado.
En resumen, podría decirse que esta clase de neumáticos se caracterizan por su gran diámetro y su menor anchura de sección, ya que estas características contribuyen a reducir la resistencia a la rodadura y, por ende, el consumo de energía.
Pero, además de estas cualidades, otro de los objetivos que se marcan los fabricantes es lograr que las cubiertas sean cada vez más duraderas. En el futuro, parece que una gran parte de los coches eléctricos estarán concentrados en flotas, y el principal interés de sus gestores será que sus vehículos estén el mayor tiempo posible circulando. También habrá avances en otros aspectos, como por ejemplo conocer el estado de las ruedas en tiempo real. De esta forma podrán anticiparse a posibles problemas y minimizar sus consecuencias.
En definitiva, la fabricación de neumáticos para coches eléctricos, debido a su propia naturaleza, debe centrarse en tres elementos principales: la reducción del consumo de energía y la minimización del ruido.
El futuro, ya lo sabemos, es incierto y cambiante, y por ello se trabaja en múltiples posibilidades para la mejora y desarrollo de los neumáticos. Uno de los avances que está más cerca de hacerse realidad es, como mencionamos anteriormente, la incorporación de sensores que aporten información útil al conductor. De esta forma se podrán conocer aspectos como las condiciones del asfalto para luego adaptar la velocidad, frenada y estabilidad a las circunstancias de la carretera.
Los departamentos de ingeniería y diseño de los principales fabricantes están focalizando gran parte de sus avances en estos nuevos desarrollos. El vehículo eléctrico avanza, y con él, la tecnología de sus neumáticos y las múltiples posibilidades que ofrecen.